Por: Héctor Hernando
Parra Pérez
Oud de la colección Caballito del maizal. Foto: Héctor Hernando Parra Pérez
De los días que estuve en
Venezuela, ya abierta la frontera en el año 2016, dediqué tres de todos, a la
consecución y vuelta a casa, con un emblemático instrumento musical que
encierra dentro de sí, buena parte de los contenidos simbólicos, históricos y
estéticos que una visión particular deposita en los llamados, técnicamente,
laudes, de mango, compuestos, de varios órdenes. O mejor dicho, sus
descendientes.
Un viaje que representó en la carretera,
la travesía misma que se efectúa tras un conocimiento tan específico como vago,
tan antiguo como contemporáneo. Tan tangible como espirituoso, tan ajeno, como
tan propio. Tan lejanos y distantes solemos ver a nuestros predecesores en la
espiral histórica, que tal vez es síntoma de que con el razonamiento no
corresponde saber, lo que se lleva en la mismísima piel, y el mismo mirar,
entre ceja y ceja.
Me enamoré de la leyenda de
Ziryab. Hace como unos diez años supe de la historia del músico que emigró del
califato de Bagdad por envidia de su maestro, tomando rumbo hacia Córdoba y partiendo
la historia de la humanidad en dos. Muy probablemente no existiría la guitarra
hoy en día, o por lo menos, no como la conocemos, de no haber sido por la
trashumancia que se comió miles de kilómetros de dunas y desierto, menos áridas
en todo caso, que la envidiosa amenaza de aquel en quien se ha confiado el
aprendizaje y la enseñanza. Se me antoja decirle a los cuatro vientos, que la envidia
del maestro de Ziryab, fue un indescifrable acertijo que le dio vida a esa
necesidad del genio del Al-ándalus por existir, y hacer existir también a sus
ideas allá, donde fueran bien recibidas.
Veinticinco horas de viaje
continuo, representaron adentrarme al corazón del estado Guárico. Curiosamente,
en esa visita inesperada y maratónica, fui presa del asombro cuando vi a esos
cerros del otro mundo, esos que quieren delimitar las tierras de Aragua con las
de Guárico. Esos morros dedicados a San Juan, son los guardianes de la cuna en la
que nació mi bandola central o cordillerana. ¿No es mucha coincidencia? ¡Denme
tiempo para escribir la explosión de sensaciones que perfuman a mi cabeza! Es
que, para la triangulación coleccionista de Caballito del maizal, es altamente
significante que en el mismo Estado, confluyeran en fechas diferentes y en circunstancias
diferentes, la adquisición de dos instrumentos tan antiguos como contemporáneos:
¿La bandola central es sucesora del oud o, El oud es descendiente de la
bandola? La bandola tan contemporánea como tradicional, en las celebraciones
del paisaje central venezolano, a la que aún hoy en día se le hieren sus cuatro
órdenes dobles y octavados con un trozo de caparazón de tortuga, esa bandola,
aún conserva los cuatro órdenes a los que se refieren en la historia los
cronistas previos a la hazaña modificatoria de Ziryab. Los cuatro órdenes que
se mimetizan con los cuatro humores del ser humano. Una relación alquímica,
mágica de unas potentes capacidades cuya observación es de ese mediterráneo que
nada le temió a los mitos, la experimentación y la poesía. Al ingenio. Que todo
le sucumbió a la codicia, a la guerra y la ruina. Sangre. Bilis negra. Flema.
Bilis. Norte, sur, oriente y occidente. El cuatro. Mi. La. Re. Sol, con el cuatro,
llanero, La, Re, Fa#, SI.
Mi oud estaba lejos, pero más
lejos está la posibilidad que me sumerja en el mundo de lo concreto. Del éxito.
Prefiero adolecer de un ego observado, que complacerle con triunfos y méritos
baladíes: De los que está lleno el mundo y el mercado del arte, la historia y
el folclor. Observo, y a veces duele, y a veces ese dolor destella en luciérnagas
libidinosas de pantano. Eso es desarrollar un alma. La quinta cuerda que puso
Ziryab. Mi oud de seis órdenes, es así por los seis hijos que hoy completaron
la colección hija de la guitarra conquistadora y persuasiva: Reconocerme entre el
antiguo virreinato de Nueva España y su Malinche, con sus tres jaranas de la
Vera Cruz tan fandanguera, y sus tres números larenses, tan tamunangueros*.
Jarana primera, segunda, tercera, Cuatro, Cinco y Seis. Que es en la fiesta,
donde conviven los egos. Que en la fiesta de los santos, es donde sobrevive lo
pagano.
*Pienso desde mi ignorancia, que
la criollización de la guitarra española empiezalentamente desde el siglo XVI,
período en el cual, el actual territorio venezolano hacía parte de la Real
Audiencia de Santo Domingo y esta a su vez, del virreinato de Nueva España.
Pienso, que para cuando se crea la capitanía general de Venezuela, y esta se
adscribe al virreinato de Nueva Granada, ya existían formas criollas de
construir y de interpretar la guitarra, aunque sea hasta el siglo XVIII que se
hallen elementos documentales que sugieran dichas prácticas, para el caso
concreto de la jurisdicción de la población de El Tocuyo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario