De izquierda a derecha: Caja redoblante de las bandas de flautas del departamento del Cauca, proveniente de la vereda Ordoñez, municipio de Almaguer, departamento del Cauca, Colombia. Caja propia de los conjuntos de tamborito, punto y cumbia de Panamá, proveniente de Guararé, provincia de Los Santos, Panamá.
por: Héctor Hernando Parra Pérez.
La sorprendente similitud
morfológica, así como la plena coincidencia nominativa entre estos dos
instrumentos musicales, permiten manifestarme respecto al galeón San José. Cada
día de San José, mi madre cumple sus años y el pasaje llanero “Fiesta en
Elorza” ha sido la canción que usualmente recuerda mi padre ese día. Por esto,
traigo a colación un dato histórico que aprendí leyendo a sir George Frazer en
su Rama Dorada: “Un diecinueve de marzo” conmemora también, ciertas
celebraciones de la abundancia y la primavera, que en el imperio romano precristiano,
se llevaban a cabo, de modo similar a las saturnales que dieron origen a la
consumista navidad de la religión de la humildad. Lo que ata todos estos hechos
aleatorios, es que, mi madre nació en la población de Frías, corregimiento del
municipio de Fálan, en estribaciones de la cordillera de los andes centrales en
el Norte del Tolima. Allí, mi bisabuelo Florentino Cardona, andaba en
actividades mineras, según me ha relatado mi abuelita Mariela, y por eso, se codeaba con los ingleses. En esas
reuniones tan de Wheeler´s, McLean’s o Forest’s; además de hacer
sus negocios y tratos en torno al metal dorado; bajoneaba don Floro su
guitarra, mientras mi bisabuelita Aminta Reyes rasgueaba el tiple. Valga
mencionar, que una cosa es tocar al célebre bambuco en un instrumento musical
refinante y delicado, que denota en sus cuerdas la actividad del comercio
(cuerdas de metal) y no de la artesanía (Cuerdas de tripa). Otra cosa es, tocar
bambuco con instrumentos musicales hecho por manos rudas que también empuñan
azadones, picas y palas.
El oro que se le ha arrancado a
la cordillera de los andes, se ha constituido en un signo generalizado y
reiterativo para múltiples poblaciones a lo largo de la geografía histórica de
nuestro subcontinente, y ello ha venido configurando morfologías culturales que
hoy en día nos siguen hablando, aunque su mensaje tienda a ser fosilizado por
la mano servil y complaciente de la institución folclorizante. Aplico dicha
observación, para el caso específico de
los subsecuentes desarrollos que han venido gestando las músicas y las danzas
tradicionales. No es gratuito que hoy en día se toquen instrumentos similares
denominados muchas veces con los mismos nombres, en territorios aparentemente
muy distantes y heterogéneos, pero enlazados a través de la línea de
explotación y exportación colonial del oro. Lo que sí es gratuito, peregrino y
desafortunado, es que no hallemos fácilmente correspondencia entre lo acá
enunciado y seamos presa fácil de la publicidad ideológica y las promesas del
desarrollo, amén de que estoy escribiendo en un computador que lleva mis
iniciales. En el caso específico de los instrumentos que le dan nombre a este
escrito, quiero decir que no es gratuito que la dicha caja redoblante viva
tanto en las montañas del Cauca, como en la costa y el interior panameño.
Viéndolo desde la cadena de explotación y exportación colonial del oro, la caja
redoblante que atestiguara la explotación del filón en Almaguer con mano de
obra esclavizada, tanto indígena como negra, sería hermana de la misma caja
redoblante que atestiguara la subida de ese oro al lomo de las mulas, y el
posterior embarque al galeón. Sin embargo, es muy importante señalar, que las
circunstancias que posibilitarían la presencia de la caja, y de otros
instrumentos musicales, en dichas situaciones, corresponden a un crisol
tornasolado de posibilidades, dado que, así como eventualmente servían a los
intereses de la corona y de sus fieles vasallos, también eran raptados estos
objetos sonoros, robados y subvertidos por los esclavizados, para sus propios
fines libertarios y su propia catarsis. También para su propio embotamiento y
su propia beodez.
Ese bambuco que habría nacido en
las barracas malolientes llenas de broza
india, negra, zamba y hasta mulata, sudorosa de plantación o mina; tan de tiple
o bandurria con forma de sandía, maracas, vihuelas (socavón-brujo ¡¿?!) tambor
(cajona*) y cuño (cununo-tamborito), es ahora un hijo con transtorno de
múltiple personalidad. Unas veces perfumado, peinado y despiojado, ilustre
diplomático al servicio de los intereses del saber institucionalizado, y otras
veces, al servicio de los indios y los negros en sus fiestas de montaña, valle
y costa; de flauta, violín y marimba; de vírgenes y diablos. Pareciera que el
oro de Almaguer, que pagó la traída de indios de más al sur y de negros de más
al occidente, hubiera también pagado las fiestas y los bailes de primera,
segunda, tercera y cuarta categoría.
Las fantasiosas conjeturas
históricas de este escrito, buscan evidenciar también, la trágica suerte de algunas
poblaciones que nunca quisieron aprender a producir sus propios alimentos, so
pretexto de la mina y el flete, y, es que producir los propios alimentos está
íntimamente relacionado con producir las propias músicas y sus instrumentos. Por
lo tanto, la actividad de sembrar el pancoger, y de cantar, tocar y bailar
durante y después de las faenas campesinas, se asocia en una terrible inversión
de roles, con la idea generalizada y publicitada de la pobreza, el sub-desarrollo
y hasta la superstición. El estado de consciencia de los líderes políticos habitantes
de estas zonas, estaría más asociado con su necesidad de promulgar la actividad
de mercadear bienes que transitan, es decir, bienes que están de paso y que
necesitan transportistas y/o intermediarios; que con la actividad de producir
alimentos en armonía con el entorno, pensando en la permanencia tanto de las generaciones
venideras como de las presentes en dicho entorno. Por esto, la frase “Asando y
comiendo” en vez de ser sinónimo de un desarrollo sostenible dialógico con la
realidad del eterno-presente, es todo lo contrario y se convierte en sinónimo
de pobreza, de ignorancia, de
no-acumular, de no capitalizar, de no explotar, y eso se aplica también al
conocimiento.
Ha tenido el territorio tolimense
la oportunidad histórica de aprender a producir alimentos para la subsistencia,
pero, por citar solo un ejemplo, la revolución verde se tomó con todo y
violencia bipartidista de los años cincuenta, los campos del Valle del Alto
Magdalena. Las cabras, la cachaquera, las guabinas y los caloches, le tuvieron
que ceder su puesto al tractor que excarva tumbas-almácigos de arroz, como
también a las represas de mojarras traídas del Tanganika. Tan solo arroz,
algodón, sorgo y mojarras tan homogéneos a la vista. Además de esa uniformización
del paisaje, aparece ahora la posibilidad
de abrir una mina de oro a cielo abierto que más bien, nos quiere remitir a trescientos
años atrás, e irónicamente, como pago a la avidez desmesurada, tener que
repetir el proceso de la encomienda y la
mita, siendo ahora una neo-colonia proveedora de materias primas y de
carreteras que aseguren una mejor circulación de dichas materias. Ya no de mano
de los tan mentados y literarios españoles, sino de una trasnacional cuyo
nombre se sirve cínicamente del nombre de una etnia africana: Y ni así,
recordamos, que lo que suelen llamar desarrollo las facultades de ciencia y
tecnología es consecuencia del tráfico de millones de seres humanos que nos
enseñaron, entre otras cosas, a tocar tambores. Tambores que lamentablemente,
hoy solo sirven más para divertimento de borrachos con capital, una mujer con dos hijas y plata para gastar, como dijera
Cantalicio Rojas, que como memoria, enseñanza y colectividad.
Finalmente, comparto el poema
Meme neguito del decimista peruano Nicomedes Santacruz, en el que me basé para
dar título a este escrito.
¡Ay canamas
camandonga!
¿qué tiene mi cocotín?
mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga...
Epéese a que le ponga
su chupón y su sonaja.
Meme meme, buenalhaja,
pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡meme meme, há-ha há-ha...!
¿qué tiene mi cocotín?
mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga...
Epéese a que le ponga
su chupón y su sonaja.
Meme meme, buenalhaja,
pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡meme meme, há-ha há-ha...!
Su mare no vino ayé,
su mama se fue antianoche;
dicen que subió enun coche...
¡pero tiene que volvé!
Su maire é buena mujé,
-a veces medio marraja-.
Yo no sé si nos ultraja
¡pero si resutta cieito...!
(Mejó tú no etés despieito)
¡meme meme, há-ha há-ha...!
su mama se fue antianoche;
dicen que subió enun coche...
¡pero tiene que volvé!
Su maire é buena mujé,
-a veces medio marraja-.
Yo no sé si nos ultraja
¡pero si resutta cieito...!
(Mejó tú no etés despieito)
¡meme meme, há-ha há-ha...!
¡Mi cocotín, mi
coquito!
si hay frío ¿po qué tu quemas?
Con tu ojo abieito no duemas,
¿Po qué tá quieto, neguito?
¡Míame, nego bonito!
¿Po qué tu cabeza baja...?
¿Quele su leche con miaja?
¿Quele jugá con lo michi?
¿Qué le pasa? ¿quele pichi?
¿meme meme? ¿há-ha há-ha...?
si hay frío ¿po qué tu quemas?
Con tu ojo abieito no duemas,
¿Po qué tá quieto, neguito?
¡Míame, nego bonito!
¿Po qué tu cabeza baja...?
¿Quele su leche con miaja?
¿Quele jugá con lo michi?
¿Qué le pasa? ¿quele pichi?
¿meme meme? ¿há-ha há-ha...?
¡Ay canamas
camandonga!
¿qué tiene mi cocotín?
Mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga...
Epéese que le ponga...
que le ponga su motaja.
Meme meme ahí en su caja
Pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡Meme meme, há-ha... há ... ha...
¿qué tiene mi cocotín?
Mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga...
Epéese que le ponga...
que le ponga su motaja.
Meme meme ahí en su caja
Pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡Meme meme, há-ha... há ... ha...