viernes, 22 de enero de 2016

Meme meme caja ja ja

De izquierda a derecha: Caja redoblante de las bandas de flautas del departamento del Cauca, proveniente de la vereda Ordoñez, municipio de Almaguer, departamento del Cauca, Colombia. Caja propia de los conjuntos de tamborito, punto y cumbia de Panamá, proveniente de Guararé, provincia de Los Santos, Panamá.

por: Héctor Hernando Parra Pérez.

La sorprendente similitud morfológica, así como la plena coincidencia nominativa entre estos dos instrumentos musicales, permiten manifestarme respecto al galeón San José. Cada día de San José, mi madre cumple sus años y el pasaje llanero “Fiesta en Elorza” ha sido la canción que usualmente recuerda mi padre ese día. Por esto, traigo a colación un dato histórico que aprendí leyendo a sir George Frazer en su Rama Dorada: “Un diecinueve de marzo” conmemora también, ciertas celebraciones de la abundancia y la primavera, que en el imperio romano precristiano, se llevaban a cabo, de modo similar a las saturnales que dieron origen a la consumista navidad de la religión de la humildad. Lo que ata todos estos hechos aleatorios, es que, mi madre nació en la población de Frías, corregimiento del municipio de Fálan, en estribaciones de la cordillera de los andes centrales en el Norte del Tolima. Allí, mi bisabuelo Florentino Cardona, andaba en actividades mineras, según me ha relatado mi abuelita Mariela, y por eso, se codeaba con los ingleses. En esas reuniones tan de Wheeler´s,  McLean’s o Forest’s;  además de hacer sus negocios y tratos en torno al metal dorado; bajoneaba don Floro su guitarra, mientras mi bisabuelita Aminta Reyes rasgueaba el tiple. Valga mencionar, que una cosa es tocar al célebre bambuco en un instrumento musical refinante y delicado, que denota en sus cuerdas la actividad del comercio (cuerdas de metal) y no de la artesanía (Cuerdas de tripa). Otra cosa es, tocar bambuco con instrumentos musicales hecho por manos rudas que también empuñan azadones, picas y palas.
El oro que se le ha arrancado a la cordillera de los andes, se ha constituido en un signo generalizado y reiterativo para múltiples poblaciones a lo largo de la geografía histórica de nuestro subcontinente, y ello ha venido configurando morfologías culturales que hoy en día nos siguen hablando, aunque su mensaje tienda a ser fosilizado por la mano servil y complaciente de la institución folclorizante. Aplico dicha observación, para  el caso específico de los subsecuentes desarrollos que han venido gestando las músicas y las danzas tradicionales. No es gratuito que hoy en día se toquen instrumentos similares denominados muchas veces con los mismos nombres, en territorios aparentemente muy distantes y heterogéneos, pero enlazados a través de la línea de explotación y exportación colonial del oro. Lo que sí es gratuito, peregrino y desafortunado, es que no hallemos fácilmente correspondencia entre lo acá enunciado y seamos presa fácil de la publicidad ideológica y las promesas del desarrollo, amén de que estoy escribiendo en un computador que lleva mis iniciales. En el caso específico de los instrumentos que le dan nombre a este escrito, quiero decir que no es gratuito que la dicha caja redoblante viva tanto en las montañas del Cauca, como en la costa y el interior panameño. Viéndolo desde la cadena de explotación y exportación colonial del oro, la caja redoblante que atestiguara la explotación del filón en Almaguer con mano de obra esclavizada, tanto indígena como negra, sería hermana de la misma caja redoblante que atestiguara la subida de ese oro al lomo de las mulas, y el posterior embarque al galeón. Sin embargo, es muy importante señalar, que las circunstancias que posibilitarían la presencia de la caja, y de otros instrumentos musicales, en dichas situaciones, corresponden a un crisol tornasolado de posibilidades, dado que, así como eventualmente servían a los intereses de la corona y de sus fieles vasallos, también eran raptados estos objetos sonoros, robados y subvertidos por los esclavizados, para sus propios fines libertarios y su propia catarsis. También para su propio embotamiento y su propia beodez.
Ese bambuco que habría nacido en las barracas malolientes llenas de broza india, negra, zamba y hasta mulata, sudorosa de plantación o mina; tan de tiple o bandurria con forma de sandía, maracas, vihuelas (socavón-brujo ¡¿?!) tambor (cajona*) y cuño (cununo-tamborito), es ahora un hijo con transtorno de múltiple personalidad. Unas veces perfumado, peinado y despiojado, ilustre diplomático al servicio de los intereses del saber institucionalizado, y otras veces, al servicio de los indios y los negros en sus fiestas de montaña, valle y costa; de flauta, violín y marimba; de vírgenes y diablos. Pareciera que el oro de Almaguer, que pagó la traída de indios de más al sur y de negros de más al occidente, hubiera también pagado las fiestas y los bailes de primera, segunda, tercera y cuarta categoría.
Las fantasiosas conjeturas históricas de este escrito, buscan evidenciar también, la trágica suerte de algunas poblaciones que nunca quisieron aprender a producir sus propios alimentos, so pretexto de la mina y el flete, y, es que producir los propios alimentos está íntimamente relacionado con producir las propias músicas y sus instrumentos. Por lo tanto, la actividad de sembrar el pancoger, y de cantar, tocar y bailar durante y después de las faenas campesinas, se asocia en una terrible inversión de roles, con la idea generalizada y publicitada de la pobreza, el sub-desarrollo y hasta la superstición. El estado de consciencia de los líderes políticos habitantes de estas zonas, estaría más asociado con su necesidad de promulgar la actividad de mercadear bienes que transitan, es decir, bienes que están de paso y que necesitan transportistas y/o intermediarios; que con la actividad de producir alimentos en armonía con el entorno, pensando en la permanencia tanto de las generaciones venideras como de las presentes en dicho entorno. Por esto, la frase “Asando y comiendo” en vez de ser sinónimo de un desarrollo sostenible dialógico con la realidad del eterno-presente, es todo lo contrario y se convierte en sinónimo de pobreza,  de ignorancia, de no-acumular, de no capitalizar, de no explotar, y eso se aplica también al conocimiento.
Ha tenido el territorio tolimense la oportunidad histórica de aprender a producir alimentos para la subsistencia, pero, por citar solo un ejemplo, la revolución verde se tomó con todo y violencia bipartidista de los años cincuenta, los campos del Valle del Alto Magdalena. Las cabras, la cachaquera, las guabinas y los caloches, le tuvieron que ceder su puesto al tractor que excarva tumbas-almácigos de arroz, como también a las represas de mojarras traídas del Tanganika. Tan solo arroz, algodón, sorgo y mojarras tan homogéneos a la vista. Además de esa uniformización del paisaje,  aparece ahora la posibilidad de abrir una mina de oro a cielo abierto que más bien, nos quiere remitir a trescientos años atrás, e irónicamente, como pago a la avidez desmesurada, tener que repetir el proceso de la encomienda y la mita, siendo ahora una neo-colonia proveedora de materias primas y de carreteras que aseguren una mejor circulación de dichas materias. Ya no de mano de los tan mentados y literarios españoles, sino de una trasnacional cuyo nombre se sirve cínicamente del nombre de una etnia africana: Y ni así, recordamos, que lo que suelen llamar desarrollo las facultades de ciencia y tecnología es consecuencia del tráfico de millones de seres humanos que nos enseñaron, entre otras cosas, a tocar tambores. Tambores que lamentablemente, hoy solo sirven más para divertimento de borrachos con capital, una mujer con dos hijas y plata para gastar, como dijera Cantalicio Rojas, que como memoria, enseñanza y colectividad.
Finalmente, comparto el poema Meme neguito del decimista peruano Nicomedes Santacruz, en el que me basé para dar título a este escrito.
¡Ay canamas camandonga!
¿qué tiene mi cocotín?
mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga...
Epéese a que le ponga
su chupón y su sonaja.
Meme meme, buenalhaja,
pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡meme meme, há-ha há-ha...!
Su mare no vino ayé,
su mama se fue antianoche;
dicen que subió enun coche...
¡pero tiene que volvé!
Su maire é buena mujé,
-a veces medio marraja-.
Yo no sé si nos ultraja
¡pero si resutta cieito...!
(Mejó tú no etés despieito)
¡meme meme, há-ha há-ha...!
¡Mi cocotín, mi coquito!
si hay frío ¿po qué tu quemas?
Con tu ojo abieito no duemas,
¿Po qué tá quieto, neguito?
¡Míame, nego bonito!
¿Po qué tu cabeza baja...?
¿Quele su leche con miaja?
¿Quele jugá con lo michi?
¿Qué le pasa? ¿quele pichi?
¿meme meme? ¿há-ha há-ha...?
¡Ay canamas camandonga!
¿qué tiene mi cocotín?
Mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga...
Epéese que le ponga...
que le ponga su motaja.
Meme meme ahí en su caja
Pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡Meme meme, há-ha... há ... ha...