Chimborrio de la colección "Caballito del maizal"
Foto: Héctor Hernando Parra Pérez
por: Héctor Hernando Parra Pérez
Iba a empezar escribiendo que no
recordaba cómo me enteré de la existencia del chimborrio, pero vino un fugaz
recuerdo a mi memoria, trasladándome a la biblioteca del Colegio Tolimense. Sería
por el año 1997 o 1998, cuando el “ABC del folclor colombiano”, del maestro
Guillermo Abadía Morales, me resultaba la mejor excusa para no salir a correr a
los pasillos del colegio en los ratos de recreo.
Años después, recuerdo que vi una
producción audiovisual hecha por el Patronato colombiano de Artes y ciencias,
en la que un tambor cuadrado era percutido a modo de llamador, mientras un
gaitero tocaba su caribeña melodía, y sin embargo, ni un comentario, o
explicación más bien, de porqué figuraba ese instrumento en ese video y
concediéndosele tal uso.
Cuando tuve la oportunidad de
conversar con el Maestro Néstor Cáceres, director de la emblemática agrupación Corazón
Santandereano, me habló de un tal pandero cuadrado que se usaba para la interpretación
del torbellino en algunos pueblos de la provincia García-Rovira, así como en
poblaciones del norte de Boyacá, pero que tal instrumento había caído en
desuso. Al mismo tiempo, parece que el término chimborrio no le sonaba tanto
como el de pandero.
Otras pesquisas, me llevaron a la
adquisición de los tres tomos del diccionario folclórico de Harry Davidson, en el que
figuran la descripción morfológica y el uso de tal instrumento, con la
particularidad de que el nombre que conocí por el maestro Abadía, en el segundo
de esos tomos, convivía con una variante más corta: Chimbor. De todas maneras,
bastó haberme encontrado con la referencia de Davidson para mandar a construir
una réplica, con medidas propuestas por mi persona, al luthier tolimense
Roberto Gutierrez, quien ha sido cómplice, ya en varias búsquedas. Ese chimborrio
tolimense sui generis lo obtuve
gracias a un trueque pactado con el profesor Felipe Rodríguez, y mi anterior
marimba de chonta se fue, para que el chimborrio y el tiple de cedro vinieran a
“Caballito del maizal”.
Por otra parte, algunos textos
tratantes sobre instrumentos musicales tradicionales latinoamericanos, me
mostraban tambores cuadrados que eran percutidos con una baqueta, pero,
invariablemente, estaban asociados al toque de un aerófono tipo flauta de pico, como en
el caso de la flauta y caja que se usa en la danza de los voladores de Papantla
y aquello me generaba más inquietudes que no lograba del todo vincular a la
práctica del torbellino. Buscaba yo, un tambor cuadrado que acompañara el canto
de coplas, y el baile de danzas en pareja, para empezar a tejer algunas
posibles tramas especulativas. Es en esos meses, que Juan David Barbosa me
comparte la fotografía de un músico del municipio de Tenza, Boyacá, tocando un
tambor cuadrado, percutiéndolo con una baqueta, y mostrando algunas sonajas en
sus lados, como las llevan las panderetas.
Mediáticamente, y más
precisamente por internet, conocí por fin otro tambor cuadrado, acompañante de músicas
tradicionales populares, solo que no lo encontré en España, sino en el vecino Portugal.
Tal tambor cuadrado se llama adufe y un par de años después de conocerlo en
fotos, tuve la posibilidad de verlo, tocado en la presentación de un Rancho
Típico en Porto. También lo vi exhibido en una tienda de instrumentos musicales
en la misma ciudad. Tienda, en la que adquirí mi viola braguesa, luego de una “pintoresca”
conversación con el vendedor.
El caso es, que de pronto de
tanto escuchar portugués, se me ocurrió que “chimbor” sería la forma aportuguesada de pronunciar “tambor”. También, porque meses antes
había conocído el Timbal de samba brasilero en manos de Juan David Castaño, y a
ese timbal, se le dice “Chimbau” (¡ja
ja!).
Delicia especulativa aparece
entonces, y empiezo a ver que el nombre de la provincia cundinamarquesa que limita
con el municipio de Tenza, lleva por nombre un apellido portugués como es Almeida. Veo yo que la flauta do canha que me obsequian en
Porto es muy parecida a la flauta torbellinera de Bolívar, Santander, con todo
lo que me empieza a significar que el segundo apellido del último flautero de
ese municipio es Rocha, un apellido
que vi bastante en Portugal; y que esa flauta en Porto hace parte de un
ensamble musical integrado por varias personas a veces de una misma familia,
tocando instrumentos de cuerda y percusión de un modo similar a las parrandas
veleñas. También, me pareció muy sugestivo ver que a esa flauta la acompañaba
la viola braguesa que me hace pensar tanto en el tiple colombiano.
Yendo ya entre nubes, y creyendo
haber topado al ancestro directo del chimborrio, recibo la observación del
investigador argentino Edgardo Civallero quien me pone al tanto de la
existencia del pandero cuadrado de Peñaparda, membranófono nativo de una población
de Salamanca, instrumento que si se toca con una baqueta y no con las manos
como se toca el adufe, y que tiene un toque que se llama corrido, palabra que
si bien no hace parte del argot musical andino colombiano, si lo hace del
llanero, y la lógica del torbellino de Boyacá y del seis corrido casanareño,
por citar un ejemplo, guardan semejanzas que valen destacarse, desde los tiempos
en que conformaban un solo Estado Soberano en el siglo diecinueve, y sin
marginar las observaciones que hiciera el maestro Samuel Bedoya sobre el
torbellino, el joropo y las zonas de interfluencias musicales.