lunes, 2 de noviembre de 2015

No salió chimborria la historia


Chimborrio de la colección "Caballito del maizal"
Foto: Héctor Hernando Parra Pérez

por: Héctor Hernando Parra Pérez

Iba a empezar escribiendo que no recordaba cómo me enteré de la existencia del chimborrio, pero vino un fugaz recuerdo a mi memoria, trasladándome a la biblioteca del Colegio Tolimense. Sería por el año 1997 o 1998, cuando el “ABC del folclor colombiano”, del maestro Guillermo Abadía Morales, me resultaba la mejor excusa para no salir a correr a los pasillos del colegio en los ratos de recreo.
Años después, recuerdo que vi una producción audiovisual hecha por el Patronato colombiano de Artes y ciencias, en la que un tambor cuadrado era percutido a modo de llamador, mientras un gaitero tocaba su caribeña melodía, y sin embargo, ni un comentario, o explicación más bien, de porqué figuraba ese instrumento en ese video y concediéndosele tal uso.
Cuando tuve la oportunidad de conversar con el Maestro Néstor Cáceres, director de la emblemática agrupación Corazón Santandereano, me habló de un tal pandero cuadrado que se usaba para la interpretación del torbellino en algunos pueblos de la provincia García-Rovira, así como en poblaciones del norte de Boyacá, pero que tal instrumento había caído en desuso. Al mismo tiempo, parece que el término chimborrio no le sonaba tanto como el de pandero.
Otras pesquisas, me llevaron a la adquisición de los tres tomos del diccionario folclórico de Harry Davidson, en el que figuran la descripción morfológica y el uso de tal instrumento, con la particularidad de que el nombre que conocí por el maestro Abadía, en el segundo de esos tomos, convivía con una variante más corta: Chimbor. De todas maneras, bastó haberme encontrado con la referencia de Davidson para mandar a construir una réplica, con medidas propuestas por mi persona, al luthier tolimense Roberto Gutierrez, quien ha sido cómplice, ya en varias búsquedas. Ese chimborrio tolimense sui generis lo obtuve gracias a un trueque pactado con el profesor Felipe Rodríguez, y mi anterior marimba de chonta se fue, para que el chimborrio y el tiple de cedro vinieran a “Caballito del maizal”.
Por otra parte, algunos textos tratantes sobre instrumentos musicales tradicionales latinoamericanos, me mostraban tambores cuadrados que eran percutidos con una baqueta, pero, invariablemente, estaban asociados al toque de un aerófono tipo flauta de pico, como en el caso de la flauta y caja que se usa en la danza de los voladores de Papantla y aquello me generaba más inquietudes que no lograba del todo vincular a la práctica del torbellino. Buscaba yo, un tambor cuadrado que acompañara el canto de coplas, y el baile de danzas en pareja, para empezar a tejer algunas posibles tramas especulativas. Es en esos meses, que Juan David Barbosa me comparte la fotografía de un músico del municipio de Tenza, Boyacá, tocando un tambor cuadrado, percutiéndolo con una baqueta, y mostrando algunas sonajas en sus lados, como las llevan las panderetas.
Mediáticamente, y más precisamente por internet, conocí por fin otro tambor cuadrado, acompañante de músicas tradicionales populares, solo que no lo encontré en España, sino en el vecino Portugal. Tal tambor cuadrado se llama adufe y un par de años después de conocerlo en fotos, tuve la posibilidad de verlo, tocado en la presentación de un Rancho Típico en Porto. También lo vi exhibido en una tienda de instrumentos musicales en la misma ciudad. Tienda, en la que adquirí mi viola braguesa, luego de una “pintoresca” conversación con el vendedor.
El caso es, que de pronto de tanto escuchar portugués, se me ocurrió que “chimbor” sería la forma aportuguesada de pronunciar “tambor”. También, porque meses antes había conocído el Timbal de samba brasilero en manos de Juan David Castaño, y a ese timbal, se le dice “Chimbau” (¡ja ja!).
Delicia especulativa aparece entonces, y empiezo a ver que el nombre de la provincia cundinamarquesa que limita con el municipio de Tenza, lleva por nombre un apellido portugués como es Almeida. Veo yo que la flauta do canha que me obsequian en Porto es muy parecida a la flauta torbellinera de Bolívar, Santander, con todo lo que me empieza a significar que el segundo apellido del último flautero de ese municipio es Rocha, un apellido que vi bastante en Portugal; y que esa flauta en Porto hace parte de un ensamble musical integrado por varias personas a veces de una misma familia, tocando instrumentos de cuerda y percusión de un modo similar a las parrandas veleñas. También, me pareció muy sugestivo ver que a esa flauta la acompañaba la viola braguesa que me hace pensar tanto en el tiple colombiano.
Yendo ya entre nubes, y creyendo haber topado al ancestro directo del chimborrio, recibo la observación del investigador argentino Edgardo Civallero quien me pone al tanto de la existencia del pandero cuadrado de Peñaparda, membranófono nativo de una población de Salamanca, instrumento que si se toca con una baqueta y no con las manos como se toca el adufe, y que tiene un toque que se llama corrido, palabra que si bien no hace parte del argot musical andino colombiano, si lo hace del llanero, y la lógica del torbellino de Boyacá y del seis corrido casanareño, por citar un ejemplo, guardan semejanzas que valen destacarse, desde los tiempos en que conformaban un solo Estado Soberano en el siglo diecinueve, y sin marginar las observaciones que hiciera el maestro Samuel Bedoya sobre el torbellino, el joropo y las zonas de interfluencias musicales.