domingo, 28 de mayo de 2017

Llamador de certezas

Llamador de la colección de instrumentos musicales "Caballito del maizal" Foto: Héctor Hernando Parra Pérez

por: Héctor Hernando Parra Pérez

Desde estos treinta y un años de vida, que es una de las cosas más ciertas de las que puedo dar fe en mi empiria, es que suelo pensar más en lo que hubiera querido ser, ignorando por momentos, lo que ya soy. Sentencioso suena, pues el precio de la certidumbre cifrada desde la cronología personal, no da muchos lugares a especulaciones o interpretaciones alternativas de la realidad, que empero, gozan de bastante valor cuántico…mágico, también cierto.
Por andar contemplando esa realidad hipotética obsesionada con la gran escena, a veces no veo la magnitud de la existencia de testimonios de un hacer, como por ejemplo, la existencia de un espacio lleno de tropiezos haciéndose experiencias, como Caballito del maizal. Por añorar muchos “Me gusta” en las redes virtuales, a veces ignoro la certeza de un abrazo en la realidad no virtual. Por desear una proclama confortante, no veo al llamado de atención de naturaleza vermífuga.
Tal vez toda mi relación caminada, con los tambores afrodescendientes, que por no ser tan visible  no deja de ser importante para este acervo, inició con el primero de los Tres golpes que se le dan a un humilde instrumento que, algunas veces, los folcloristas, que cumplen con su cuota de participación colectiva desde la gran escena, no quieren tocar en ciertos eventos. Pero, no más en su morfología, ese pequeño y humilde instrumento, el más pequeño de los tambores de cuñas de caribe colombiano, nos invita a interpretar la cadena de acontecimientos históricos que nos han traído hasta nuestros días, manifestaciones tan potentes como mestizas, como lo son el bullerengue, la gaita y la cumbia. El llamador, tiene porte de tambor propio de gentes de hablas Yorubas, en medio, de rítmicas de gentes de habla Bantú, e incluso, de brillos y armónicos en cuero, de gentes de habla Malinke. ¡Cuánta vistosidad y relevancia empieza a cobrar nuestro pequeño compañero!
Unas cuantas veces se pasa por alto, a aquel que propicia en los pueblos, dar con la rueda, tal vez por la misma euforia que genera el conjunto. A lo lejos, se oye el llamador. De cerca, se esconde entre los revuelos de su hermano más alta y protagónica por lo encantador a la vez que exigente. Entre cantos de versos dicientes y urgentes. Entre bramidos de tambora foránea y observante, entre palmas, gritos y semillas, entre pájaros bullosos de catarnica flauta de millo y pavonesca gaita. Pero ¡Ay de que falte su grave pulso de corazón irrigador!
Quien sabe a qué camino llamé, desde el primerísimo golpe que le propiné con mi zurdera, a la piel del primer llamador que toqué. Pero también es cierto, que ese primer golpe, me tiene acá, justamente. Sin saber, si quiera, qué significa éste momento. Más, todo parece indicar, que contando con vida, como lo estoy ahora, me puedo conceder entonces el derecho a adivinar, que por eso me tiene vivo ese percutir: hecho un joven señor inquieto e inconforme, y tal vez, algo adormilado, frente a la vertiginosa exigencia veloz y mutante, de los revuelos que ofrece un mundo impredecible desde siempre. Impredecible incluso desde la recordación. Repleto de múltiples interpretaciones.
A lo lejos me oí, teniendo el llamador sobre mis piernas. Me descoloqué de cuerpo presente en ese tiempo múltiple que prescinde de los treinta y un años y me vi en la otra orilla del mar, para tratar de entender la queja, pero también la fe depositada en la locura políticamente correcta y mil veces preferible, a la tan vilipendiada razón. Pobre razón, que sólo ella sabe de sus limitaciones.
No es tan razonable ese repetitivo golpe que no da lugar a las variaciones y revuelos de su hermana, el tambor hembra tan codiciada. Inclusive, desde una posibilidad de interpretar las cosas a lo egoísta, pareciera mucho más lógico, querer destacarse, convirtiendo al tambor hembra en una fuente de destrezas, herramienta o instrumento para acceder a mayores oportunidades de auto-perpetución frente a la amenaza del cruel Saturno, que, sumergirse en las arcillas tan amenazantes del recientemente llamado bajo perfil. Arcillas, que sin embargo, moldean la manera de pasar por las historias, alfareando a los bailaores de la dualidad. Un humilde llamador, vaso pequeño de ceiba sagrada, da forma. Sentido. Contraste (encontraste) a todos los revuelos de esta ensoñación colectiva que llamamos vida, entre sus pulsos de rigurosa festividad.