Cuatro colombovenezolano de la colección Caballito del maizal
Foto: Héctor Hernando Parra Pérez
Por: Héctor Hernando Parra Pérez
Quienes han sido mis contertulios en nuestras charlas históricas A lo adivino, me han cuestionado sobre
mi interés por lo que vino de allende el mar océano. Interés que con creces, supera
en número, las ocasiones en las que manifiesto mis preguntas e inquietudes
sobre los mundos de lo amerindio. Tal vez siento, que lo amerindio no se ve tan
fielmente representado por la historia escrita o la tertulia, y tal vez, la
sabana de Bogotá, las lanzas del Valle y las piedras del camino me cuenten sus
historias entre los murmullos de la noche, entre sueños y pintas de tigre y
culebra.
También me planteo, que nuestro nuevo interés en el mundo de lo amerindio,
es un remordimiento generacional que por fin viene encontrando desfogue y
atención. Podemos partir del hecho de que nuestra relación con el mestizaje es
a luces y sombras traumático. Del mismo modo que sigue siendo, tema espinoso en
un mundo y difuso en el otro: El de los mestizajes de los que provenimos desde
antes de mil cuatrocientos noventa y dos. Asumo entonces, que nos compete desde
nuestro multidimensional espíritu hacernos conscientes de nuestras abuelas y
abuelos amerindios, africanos, moros, judíos, árabes, celtíberos, romanos, sus
ideas sepultadas y sus creencias expectantes. Saber de los pasos de nuestros
compañeros de camino en la actualidad.
Existe evidentemente, en Venezuela y en Colombia una guitarrita con
nombre de número, que interpreta entre otras músicas, una especie cantable y
bailable dos veces relacionada con las cifras, sin que por ello, llegue a ser
redundancia. Los dichos términos en cuestión son: Seis y numera’o. Dicha
especie, puede servir al coplero experto, al igual que sus joropísticos
hermanos, para relatar historias en forma de corríos, pero destacase que con el
Seis numera’o, se cantan muy
particularmente, poemas dedicados a los números. Tanto número, no puede pasar
desapercibido y connota o denota, una refinada cultura numérica que habría
sobrevivido a la persecución monárquica, aunque perdiera o tal vez no, su significado
críptico y solapado en la sociedad dominante: Lo cabalístico. Como que también,
el Seis numera’o recuerda bastante al son jarocho del Buscapies, al que se le relaciona con
cosas de otros mundos: Diablo, Avemarías, batalla de magia y creencias, que en
la dimensión de lo material, sería la disputa
por el control del mercado entre los Puertos, tanto, que no se buscarían
pezuñas de chivo, sino naríces ganchudas y abstenciones de tocino. jarana primera, segunda, tercera, Cuatro, medio
cinco, cinco, seis, mercado judeo-portugués de chocolatl entre Veracruz y
Caracas y sus negros esclavos de Sotavento, relatando amores en Barlovento.
Por otra parte, al Seis numera’o,
al Seis corrío, a La Catira, al Seis por derecho, al Pajarillo,
al Gaván, al Pato, les gusta hacerse notar con un vocalización prolongada, entonada y bella a la
que se le dice Leco. Decimos algunos,
que, dicho Leco sería una remembranza
de las usanzas moriscas, para invitar a la congregación. No se olvide que entre
las especies musicales antes mencionadas, el más cultivado actualmente es El pajarillo, y como pajarillo es el mirlo, sépase que entre los siglos VIII y
IX, Abu l-Hasan Ali ibn Nafi` llevaba el apodo de El Mirlo, que en su lengua se dice Ziryab. Apodo que entre otras
cosas hace alusión al color oscuro de su piel y a su papel determinante en la
música del entonces califato de Córdoba. Cuán influyente hubo de ser la llegada
de Ziryab a Córdoba, desde Bagdad. Tal vez, allí su presencia fue determinante
para que el Oud pudiera favorecer una mutación a vihuela, heredar su aliento a
la guitarra de diversas épocas y al criollizarse en cuatro, mejoranera, jarana charango
o bandola, siguiera perfumando a incienso los cantos nuevamente mestizos.
Sugiero que lo que hoy en día se llama joropo, no es un fenómeno ajeno
a lo que ha ocurrido con otras músicas que hoy reciben el mote de folclóricas
en América hispana. Teniendo estas en común, que son una resultante de la
resistencia y ocultamiento que diversos pueblos tuvieron que efectuar para sobrevivir
ante los imperios y los fundamentalismos. Alianzas que forjarían entre sí, las gentes
de fiesta, a pesar de las diferencias metafísicas, que son las más notorias
para el caso de lo humano.
En las fiestas americanas, se unieron las maracas con los tambores,
las coplas con los números, y los santos católicos tuvieron que aprender a
bailar y a tomar aguardiente de caña.
Por otra parte, cualquier fundamentalismo identitario, resulta en el
odio a ultranza al otro. Se pasa del sufismo a los talibanes, de la cábala al
sionismo, de la mística a las cruzadas, de la iglesia de garaje a las nuevas
tribus, del conocimiento a la intransigencia. Racismo, esclavitud, miseria,
pobreza, señalamiento.
Pese a que los mecanismos de poder y la codicia siempre ejercerán
presión sobre los territorios y sus habitantes y que nosotros los humanos somos
propensos a violentar la naturaleza de nosotros mismos, de los demás y del
planeta, cuatro serán cuatro, en Orocué, Sinagoga, Apure o Califato.