miércoles, 8 de junio de 2016

¿Quién dice que no son cuatro? (En sinagoga o califato)


Cuatro colombovenezolano de la colección Caballito del maizal
Foto: Héctor Hernando Parra Pérez



Por: Héctor Hernando Parra Pérez

Quienes han sido mis contertulios en nuestras charlas históricas A lo adivino, me han cuestionado sobre mi interés por lo que vino de allende el mar océano. Interés que con creces, supera en número, las ocasiones en las que manifiesto mis preguntas e inquietudes sobre los mundos de lo amerindio. Tal vez siento, que lo amerindio no se ve tan fielmente representado por la historia escrita o la tertulia, y tal vez, la sabana de Bogotá, las lanzas del Valle y las piedras del camino me cuenten sus historias entre los murmullos de la noche, entre sueños y pintas de tigre y culebra.
También me planteo, que nuestro nuevo interés en el mundo de lo amerindio, es un remordimiento generacional que por fin viene encontrando desfogue y atención. Podemos partir del hecho de que nuestra relación con el mestizaje es a luces y sombras traumático. Del mismo modo que sigue siendo, tema espinoso en un mundo y difuso en el otro: El de los mestizajes de los que provenimos desde antes de mil cuatrocientos noventa y dos. Asumo entonces, que nos compete desde nuestro multidimensional espíritu hacernos conscientes de nuestras abuelas y abuelos amerindios, africanos, moros, judíos, árabes, celtíberos, romanos, sus ideas sepultadas y sus creencias expectantes. Saber de los pasos de nuestros compañeros de camino en la actualidad.

Existe evidentemente, en Venezuela y en Colombia una guitarrita con nombre de número, que interpreta entre otras músicas, una especie cantable y bailable dos veces relacionada con las cifras, sin que por ello, llegue a ser redundancia. Los dichos términos en cuestión son: Seis y numera’o. Dicha especie, puede servir al coplero experto, al igual que sus joropísticos hermanos, para relatar historias en forma de corríos, pero destacase que con el Seis numera’o, se cantan muy particularmente, poemas dedicados a los números. Tanto número, no puede pasar desapercibido y connota o denota, una refinada cultura numérica que habría sobrevivido a la persecución monárquica, aunque perdiera o tal vez no, su significado críptico y solapado en la sociedad dominante: Lo cabalístico. Como que también, el Seis numera’o  recuerda bastante al son jarocho del Buscapies, al que se le relaciona con cosas de otros mundos: Diablo, Avemarías, batalla de magia y creencias, que en la dimensión de lo material,  sería la disputa por el control del mercado entre los Puertos, tanto, que no se buscarían pezuñas de chivo, sino naríces ganchudas y abstenciones de tocino. jarana primera, segunda, tercera, Cuatro, medio cinco, cinco, seis, mercado judeo-portugués de chocolatl entre Veracruz y Caracas y sus negros esclavos de Sotavento, relatando amores en Barlovento.

Por otra parte, al Seis numera’o, al Seis corrío, a La Catira, al Seis por derecho, al Pajarillo, al Gaván, al Pato, les gusta hacerse notar con un  vocalización prolongada, entonada y bella a la que se le dice Leco. Decimos algunos, que, dicho Leco sería una remembranza de las usanzas moriscas, para invitar a la congregación. No se olvide que entre las especies musicales antes mencionadas, el más cultivado actualmente es El pajarillo, y como pajarillo es el mirlo, sépase que entre los siglos VIII y IX, Abu l-Hasan Ali ibn Nafi` llevaba el apodo de El Mirlo, que en su lengua se dice Ziryab. Apodo que entre otras cosas hace alusión al color oscuro de su piel y a su papel determinante en la música del entonces califato de Córdoba. Cuán influyente hubo de ser la llegada de Ziryab a Córdoba, desde Bagdad. Tal vez, allí su presencia fue determinante para que el Oud pudiera favorecer una mutación a vihuela, heredar su aliento a la guitarra de diversas épocas y al criollizarse en cuatro, mejoranera, jarana charango o bandola, siguiera perfumando a incienso los cantos nuevamente mestizos.

Sugiero que lo que hoy en día se llama joropo, no es un fenómeno ajeno a lo que ha ocurrido con otras músicas que hoy reciben el mote de folclóricas en América hispana. Teniendo estas en común, que son una resultante de la resistencia y ocultamiento que diversos pueblos tuvieron que efectuar para sobrevivir ante los imperios y los fundamentalismos. Alianzas que forjarían entre sí, las gentes de fiesta, a pesar de las diferencias metafísicas, que son las más notorias para el caso de lo humano.
En las fiestas americanas, se unieron las maracas con los tambores, las coplas con los números, y los santos católicos tuvieron que aprender a bailar y a tomar aguardiente de caña.
Por otra parte, cualquier fundamentalismo identitario, resulta en el odio a ultranza al otro. Se pasa del sufismo a los talibanes, de la cábala al sionismo, de la mística a las cruzadas, de la iglesia de garaje a las nuevas tribus, del conocimiento a la intransigencia. Racismo, esclavitud, miseria, pobreza, señalamiento.
Pese a que los mecanismos de poder y la codicia siempre ejercerán presión sobre los territorios y sus habitantes y que nosotros los humanos somos propensos a violentar la naturaleza de nosotros mismos, de los demás y del planeta, cuatro serán cuatro, en Orocué, Sinagoga, Apure o Califato.