martes, 30 de agosto de 2016

Chifladuras amarradas

Capadores o chiflos de la colección Caballito del maizal. De izq. a der. Capador en sol+ construído por Mauricio Barrera, capador tenzano ¿? de afinación indeterminada, capador en Do+ construído por Mauricio Barrera, con transcripción consignada en "Historia de la música en Colombia" del pbtro. José Ignacio Perdomo Escobar.

por: Héctor Hernando Parra Pérez.

(El título de este escrito pretende evocar la propuesta de nombre que sugiere el músico Julio Bonilla, para las llamadas flautas de pan en el ámbito investigativo. Tal nombre es el de Cañas amarradas)

El Escrito de este mes, ya estaba predestinado desde antes del viaje a México, a relatar algunas percepciones y vivencias en torno a un instrumento musical poco reconocido y casi al borde del olvido, propio de la zona andina colombiana. Sorprendentemente, fue en la ciudad de San Juan del Río, en el estado Querétaro de la República mexicana, donde pude atestiguar un hecho que sería el colofón que le daría un sentido aún mayor, desde mi punto de vista, a esta publicación.
El último día de mi permanencia en esa bella ciudad, y rumbo al pueblo mágico de Tequisquiapan en el mismo Estado, pude atestiguar a un afilador de cuchillos ambulante, que, montado en su bicicleta, iba anunciando sus servicios haciendo uso de un silbato hecho de plástico, consistente en varios tubitos unidos que de inmediato me parecieron un tipo de flauta pánica. Más que producir una melodía determinada, producía un agradable efecto polifónico que se oía a varias cuadras a la redonda. La premura de la diligencia de tomar el camión no me facilitó abordar al personaje, y por ello no pude preguntarle el nombre del instrumento. Eso sí, alcancé a registrar en video unos cuantos segundos de su tañido antes de que se perdiera entre las calles céntricas de la población, en inmediaciones del jardín de la familia. Esa performacia, de inmediato, le dio vida a los relatos que registran a aquellos que se dedicaban en tierras cundiboyacosantandereanas, al oficio de castrar animales, y que anunciaban su presencia mediante el empleo de una flauta de pan hecha de caña de castilla o carrizo, flauta que por ello, recibió el nombre de capador, o de capadores. Los capadores, ya con una afinación determinada, sería un instrumento musical que trascendería el mero uso publicitario, para hacer parte de las murgas campesinas de tiple, requinto, pandereta, chucho, chimborrio y voces, para la interpretación de torbellinos, pasillos y rumbas principalmente.
Por otra parte, y gracias a esta serie de artículos, conocí al joven Manuel Gómez, estudiante de la universidad nacional, que  oriundo de Pachavita, Boyacá, me compartió una bella anécdota familiar mitad leyenda, mitad vivencia, en la que me hizo testigo de la presencia de una flauta de cañas amarradas que su propia abuela hacía y ejecutaba, en la vereda Aguaquiña del municipio boyacense antes mencionado. La historia de una flauta llamada chiflo, lleva consigo una particular belleza poética, adjudicable al hecho de que las cañas de dicha flauta se afinarían con el canto de ciertas aves lacustres. Una flauta hecha y pensada para acompañar las soledades en los campos, más que las fiestas con instrumentos de cuerdas que exigen otro tipo de afinación. Se abre entonces, otro camino para pensar en la presencia de estos instrumentos aerófonos, y de imaginar, que coexistieron en las tierras del altiplano cundiboyacense varios tipos de flautas de pan, de varios orígenes históricos, con variadas afinaciones, y que tal vez, por una pequeña imprecisión folclorizante, recibieron indistintamente un mismo nombre para designar objetos diferentes, o nombres distintos para denominar un mismo instrumento, cuando ya se ha olvidado o perdido su uso práctico en el territorio. Valga mencionar en este punto, que la palabra chiflo sirve para designar en España dos  tipos de aerófonos: Uno de ellos idéntico al observado en San Juan del Río, y otro, más bien relacionado con las flautas de pico llamadas gaitas en Salamanca.
Las flautas de pan en el contexto americano y pese a su nombre de griegas connotaciones, de inmediato hacen pensar en los pueblos originarios. En un origen Muisca si se quiere, para la geografía altiplánica de Cundinamarca y Boyacá y eso resulta muy sugestivo, para el caso del relato de la flauta afinada con el canto de las aves, pues ese tipo de relación entre cantos ornitológicos y afinaciones flautísticas, es una constante para muchos otros aerófonos amerindios a lo largo y ancho de todo el territorio del llamado “Nuevo mundo”. Más un instrumento afinado con un criterio escalístico determinado, y utilizado para acompañar cordófonos descendientes de la guitarra española, que además está pensado para ejecutar formas musicales descendientes del mestizaje hispánico, puede tener o no, otros orígenes, pero con toda seguridad, si, otras mezclas y resignificaciones. La especie de caña (Arundo donax) usada para hacer los tubitos afinados la mayoría de las veces, sea de una u otra manera, suele ser la misma a la que el poeta Yalal ad-Din Muhammad Rumi le dedicó sus versos en el siglo XIII. Cuanto bien nos haría hoy saber de los versos que de seguro le fueron dedicados a las cañas nativas, en lenguas borradas por el azote de la iglesia.
La tarea de revivir la sonoridad de este instrumento, me viene ocurriendo desde hace unos siete años, cuando le envié una fotografía de ese instrumento al constructor Jairo Palchucán, sin tener datos de afinación. La fotografía está en el libro “Los instrumentos musicales de Colombia” autoría del investigador Egberto Bermúdez. A cambio de la foto, recibí un bello instrumento con una afinación propuesta por el constructor, consistente en una escala pentatónica de re menor, y una serie de seis cañitas en Fa mayor. La sorpresa fue percatarme de la coincidencia con el instrumento grabado por Jorge Velosa en el tema “Capaderas” del disco “Cantas y relatos”. Posteriormente, encargué al músico Mauricio Barrera, la confección de otro modelo de flauta consistente en ocho cañitas afinadas en la escala de sol mayor, también bajo el criterio de lo especulativo. Finalmente, hallé en el libro de la “Historia de la música en Colombia” del padre José Ignacio Perdomo Escobar, una transcripción que sugiere la afinación del capador, dato que de inmediato aproveché encomendando la hechura de un instrumento de esas características a Mauricio Barrera nuevamente. El resultado, parece coincidir con las grabaciones de campo que realizara el maestro Guillermo Abadía Morales en la vereda Sote y Panelas del municipio de Motavita, Boyacá por allá por los años setenta. Entre cantos de pájaros y melodía acompañante. Demasiado tarde, fue la intención de visita a la vereda Llanos del municipio de Tibirita, Cundinamarca, pues dos años atrás había fallecido el señor Aristides Melgarejo Lara, de quien nos dijeron, era el último ejecutante de ese instrumento, pero que no había sido el único. Que en Manta, Somondoco y Tenza hubo tocadores de ese instrumento que también iban en peregrinación a Chiquinquirá, como el mismo Juan Bautista Moreno, antiguo tocador de chucho, clarinete y hojita, nos rememoró. Aún, en el agetreado pasaje Rivas, del centro bogotano, es posible conseguir capadores tenzanos, que no suenan, pero que sirven de testigos de una tradición que llama por renacer.
Finalmente, resulta pertinente resaltar que ese tipo de instrumentos y los usos a ellos asociados, estuvieron vinculados con antiguos caminos virreinales que dejaron en las fondas camineras testimonios sonoros. El capador y el oficio de capar en modo mayor, de seguro está relacionado con el rondador y el oficio de rondar en modo menor, allá por tierras ecuatorianas. Incluso con la antara, a la que en Cajamarca, Perú, oímos llamar Andara y el oficio de andar, Al andar andar, donde Atahualpa vio su derrota, de pelea entre hermanos. Arrieros que acompañarían sus caminares con esos humildes instrumentos dejados por los abuelos indios, que serían modificados a son de misa cantada y letanías y que buscan revivir en medio de la necesidad de una verdadera independencia política, llevada por el descrédito a la supuesta razón, la ilustración y los agobiados proyectos de nación. ¿A dónde nos llevará la embriaguez/resaca dionisíaca-pánica disfrazada de luminisencia/apariencia apolínea-institucional?