lunes, 28 de marzo de 2016

Perfume di mandorlo


Mandolina napolitana de la colección Caballito del maizal
Foto: Héctor Hernando Parra Pérez



Por: Héctor Hernando Parra Pérez

(Dedicado a Antonio Lucia y su familia en Agrigento, Sicilia)

La brisa: manifiesta a veces con delicadeza pero con incidencia al mismo tiempo. Reflexiono desde el recuerdo,  cómo lo sutil del aire frío puede hacer tiritar a las carnes y entumir a los dedos. Cómo la casi gélida bocanada que aspiraba, me secaba la garganta con tanta facilidad, que ya me estaba invitando al viejo duelo con mi atávica predisposición, del abatimiento que representa ser un músico frustrado. La fuerza también telúrica de la primavera iba abriéndose paso por el Mediterráneo y nosotros, ni siquiera habíamos acercado nuestra tropical constitución a los rigores del invierno en el que nieva. Conforme el equinoccio dejaba de ser tan solo una promesa del calendario, la floración de nuestro anfitrión “Il mandorlo” era la confirmación de que tiempos más cálidos venían. Lo demostraban también las herbáceas y humildes flores que cada vez inundaban más porciones de terruño.
Para contrastar con la llegada de lo delicado de la primavera; día a día de nuestra permanencia en la isla podíamos apreciar, entre el asombro y la trivialidad, la presencia de sendos templos milenarios consagrados a las potentes fuerzas de los dioses del panteón greco latino. Cuanto peso y monumentalismo consagrado a lo que sintieron, y tal vez por ello vieron y oyeron, hombres y mujeres de hace 2400 años en esos disputados parajes. Lo que sintieron dentro de sí, y se les hizo sentir con la sugestión que logra la oratoria y el arte, movilizaron piedras de toneladas de peso y decámetros de volumen. La potencia del peso agreste de una roca, movido por el invisible hilo de la creencia.
Las fuerzas de la naturaleza que se manifiestan a la vista del humano, surgen de los seres que nos acompañan en nuestro paso por el planeta; y también del propio ser humano. En todo el espectro de lo que nos resulta conocible, se aparecen las formas inmanentes de lo creado para recordarnos que tan sólo vivimos una gran síntesis de experiencias que retan a nuestro alarde de inteligencia y embriagan a nuestros sentidos: La fragilidad de una flor de almendro, rompió la rigidez de las columnas del templo de Zeus. ¿De qué otra manera el hecho de haber manifestado el diecisiete de marzo de 2015, que “Se le reventó la cuerda” a un instrumento musical de origen italiano, me habría llevado el diecisiete de Marzo de 2016 a traducir ese primer artículo de este blog al italiano? ¡Allá en Agrigento! ¡Justo cuando recibía de mi amigo Antonio Lucia una hermosa mandolina napolitana que ahora hace parte de Caballito del maizal!
Pero podemos observar, cómo el paso de las estaciones allá, y de los “niños” y “niñas” acá, va consumiendo nuestra mortalidad a la vez que nos va sembrando en la tierra para un propósito ininteligible pero sentido en lo más profundo de nuestro corazón. Nada tiene propósito ya, porque en sí mismo todo puede ser propósito.