domingo, 5 de abril de 2015

Tiple por veinte





Con el grupo folclórico de la Universidad del Tolima, en Chaparral. La primera vez que toqué tiple en una presentación en la vereda "El Cairo"

"Tiple por veinte"

por: Héctor Hernando Parra Pérez


Ahora que con la llegada de la mejoranera panameña al cedral que tengo por colección de instrumentos de cuerda, y que su afinamiento (sic) "por veinticinco" me trae a la memoria la afinación "por veintiuno" de la que me hablara el señor Carlos Ramos, padre del luthier ibaguereño; me veo haciendo cuentas, multiplicaciones y cábalas, sobre esas misteriosas veintenas que me han relacionado con el tiple colombiano.

1965
La narración hecha por mi padre al respecto, nos remite al Campoalegre (Huila) de los años sesenta; década en la que don Héctor, desempeñándose como vendedor de la cervecería más grande del país, opta por mandar a construir un tiple al carpintero Lunio Serrano. Desde ese año, el sesenta y cinco, un tiple pequeño, de cedro en su mayoría, con una tapa armónica hecha de retazos de varias tablitas, empieza a acompañar al Parra mayor en sus periplos cerveceros por Colombia. Acompáñalo pues, por el Huila, por el Meta, por Cundinamarca, por Boyacá y finalmente por el insigne departamento cuna de mi persona y es allí, más precisamente en el municipio de Chaparral, donde el tiple, encontraría su hogar de reposo, amén de la decisión tomada por su devoto portador, por su desaplicado estudiante.

Guillermo Rodríguez, un carpintero que también se desempeñó como constructor de instrumentos de cuerda, tenía la fama de "Cuando le mandan a hacer un instrumento, Guillermo empieza por sembrar el palo". y fue él, quien guardó al ajetreado cordófono de mi padre, ajetreado de viajar dentro de una de esas bibliotecas metálicas de puerta corrediza.

1985
Nazco yo

2005
La necesidad de reparar los osarios en los que reposan los restos de mi abuelo y otras diligencias menos tétricas, llevan a mi padre a la tierra natal de Patrocinio Ortíz y de Joaquín Riaño. Como iba sin mucho equipaje, y con algo de tiempo libre, le encargué entonces que averiguara por el tiple, y que si existía que lo trajera. No recuerdo con precisión cómo fue que recibí el tiple, pero si, que don Guillermo, haciendo honor a su fama, no había tapado en veinte años el hueco que tenía en el aro, al inferior izquierdo. Las clavijas estaban torcidas, durísimas, y tenían todo el polvo que les cupo en su pobre maquinaria. Nada que un trapo no pudiera solucionar y el tiple se fue para el taller de Don Libardo, el de "Guitarras El Bunde". Encordado ya, lo intenté tañer en el parque Murillo Toro, a donde llegó don Carlos Chavarro con un papelito lleno de flechitas debajo de las palabras "Bambuco", "Pasillo" "Guabina" "Danza" "Vals". Las palabras "Tónica", "Disonante#1" y "Sol mayor" ya las tenía yo consignadas en un librito de más o menos, la misma edad del tiple.
Cuando la pontezuela se despegó, no pude hacer más que llevarlo a un almacén de guitarras, de donde me lo devolvieron con una brillante mano de pintura que nunca solicité y mi tiplecito de cedro ahora parecía de plástico. Horror, y sin embargo, ya no tenía el antíquisimo roto, la pontezuela no se le despegó, y un tiplero empezó a gestarse, como si su apellido le fuera a dar el talento del Negro magistral que años más tarde le felicitaría por su guajeo.















4 comentarios:

  1. Cuantos "tiples" tenemos por rescatar de nuestra historia personal...Gracias por compartirlo!

    ResponderBorrar
  2. Historias, melodías y armonías, que valen la pena leer, leer y volver a leer; Me alegro por ti Tiburcio! :) :)

    ResponderBorrar
  3. Que linda narración de nuestros bellos instrumentos con una descripción de detalle admirable.
    A mi me parece que esta historia no ha acabado. Me gustaría seguir leyendo de estos bellos relatos acerca de nuestra cultura nacional.

    ResponderBorrar